Hay cortes de pelo que cambian carreras (Mia Farrow, Linda Evangelista, Jennifer Aniston) y hay quien ha erigido la suya precisamente al no cambiar ni una sola hebra de su peinado. En este grupo podríamos incluir a Paloma Cuevas (Córdoba, 1972). Elegante oficial de cualquier evento social -discreción vestida de Valentino- es reconocible por su pluscuamperfecta melena larga, peinada con ondas, con suaves mechas castañas y raya a un lado. Un peinado tan correcto como propio, inamovible a lo largo de los años -de las décadas-, tampoco ahora, en pleno cambio vital tras su divorcio de Enrique Ponce.
Es bien sabido que un cambio de vida suele llevar a un cambio de peinado, un momento catártico a modo de declaración de intenciones para abordar el futuro (ya lo sentenció Coco Chanel: «La mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar de vida”), algo que el horribilis 2020 no hizo más que acusar: en los salones de referencia de Madrid, como Espacio Q o Moncho Moreno, hubo un subidón exponencial en cortes de pelo, principalmente de melenas largas que buscaban un punto de inflexión. Sin embargo, en sus contadas apariciones tras la tormenta sentimental y mediática, Paloma Cuevas sigue manteniendo su imagen clásica e impecable: parece tener muy claro aquello de que “el peinado es la última pista para saber cuánto se conoce a sí misma una mujer” que decía Hubert de Givenchy.
Las «mechas elegantes» y el corte a capas
Lo primero que llama la atención al observar la hemeroteca de Cuevas es que apenas ha cambiado en los últimos 25 años, desde que comenzó a posar en la portada de ¡Hola!. Siempre con la misma sonrisa y la misma melena suelta capeada, como recién salida de la peluquería, que solo recoge en ocasiones puntuales, como su boda con el torero el 25 de octubre de 1995 en la catedral de Valencia, o en la de Felipe y Letizia. Ya sea para asistir acudir a una gala benéfica, para presentar a sus hijas nada más nacer o para asistir a un desfile de su admirada Carolina Herrera, siempre igual de bien peinada. Poco o nada ha variado en estos años el largo de su cabellera (cuatro dedos por debajo de los hombros) y nunca ha cambiado la raya (en el lado derecho) pero si hay algo que ha ido puliendo con el tiempo ha sido el color hasta dar con un favorecedor tono avellana.
En realidad, las mechas que ha llevado siempre Cuevas son lo que en 2021 se llama melting, una técnica que permite difuminar los brillos y hacer una transición tonal sutil para que el pelo parezca aclarado de forma natural. Lleva el pelo varios tonos más claro que a los 20 y no hay atisbo de canas, lo que denota un trabajo de color, pero el efecto es absolutamente natural. Las “mechas bien” de Paloma Cuevas se distinguen porque son extremadamente finas y se aplican de raíz**, y porque evitan siempre las bandas típicas bicolores, los degradados llamativos y los saltos de color. El resultado no es tendencia, es algo mejor: discreto y favorecedor.